sábado, 28 de mayo de 2011

LA BOLSITA DEL AGRADECIMIENTO

Por Julieta De Diego de Fábrega

Hace unos días un amigo me contó esta anécdota y es tan hermosa y tan útil que no puedo menos que compartirla con ustedes, pues sería un verdadero egoísmo quedarme con ella para mí solita.  No conozco al dueño (a)  de la bolsita ni sé su nombre pues no lo pregunté. 

No me pareció necesario. El concepto por sí solo es  tan “perfecto” que su creador (a) sabrá que todos estamos agradecidos por su inventiva.

Imagínense a un grupo de amigos reunidos discurriendo sobre cualquier cosa. No sé si la conversación era profundísima o se concentraba en el alto costo de la mantequilla, no importa, generalmente las conversaciones van de una cosa a otra sin mayor preaviso.

Bueno, en algún momento supongo que habrán entrado en temas existenciales y uno de los presentes comentó que cuando la vida lo tiene tropezado y le complica la vida, él saca un papelito de su “bolsita del agradecimiento”, lo lee y el color del panorama cambia automáticamente.

Se podrán imaginar que este comentario tuvo que llegar con una descripción de la bolsita en cuestión, la cual existe, es de “carne y hueso”, o de tela o de papel, no sé porque no me dijeron e igual que sucedió con el nombre de su creador (a), no pregunté.  Lo que cuenta su dueño (a) es que cada vez que la vida le pone algo positivo enfrente él  lo escribe en un papelito y lo mete en la bolsita.

Los papelitos tienen pensamientos muy profundos y otros que rayan en la banalidad, pero de eso se compone la famosa vida, de momentos de todo tipo.

Así es posible que un día muy temprano meta en la bolsa un papelito que rece “me he despertado y estoy vivo (a)”, mientras que al día siguiente al recibir una felicitación de su jefe puede poner “tengo suerte, me gusta mi trabajo, mi jefe lo aprecia y veo para mí un buen futuro en esta empresa”; y quizás al recibir el boletín de su hijo (esto lo estoy inventado pues ni sé si tiene hijos) a lo mejor anota “tengo un hijo muy inteligente”.

Como verán, en la bolsa hay solo cosas por las que uno debe estar agradecido. ¿Se acuerdan de ese sentimiento que se despierta en el alma cuando recibimos algo? Quisiera pensar que todos lo conocemos,  pero estoy consciente de que para la generación del “yo necesito” no es tan familiar. Es más como ese primo que vive en Australia y que sabemos que existe pero no nos acordamos si es rubio o pelinegro.

Entonces, cada vez que vive una situación difícil que lo tienta (al personaje de la bolsita) a renegar o a reclamarle a Dios o a la vida la injusticia total que está sufriendo, saca un papelito, lo lee y automáticamente se dispara en su mente el interruptor del “gracias, gracias, gracias”. Se abre una puertecita al alma y esta sin demora se impone a la necia y traviesa mente que siempre intenta confundirnos.

A mí se me ocurre que si todos tuviéramos a mano una “bolsita del agradecimiento” andaríamos más tranquilos, más contentos y muchos podrían dejar de arrecostarse de fármacos y otras dizque soluciones a sus problemas existenciales. Yo voy a coser la mía mañana mismo.

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